Edipo 2014

Todo gran momento de la historia, en principio, es un momento personal. Una sensación. Lo que pensamos anecdótico, es aquello de corazón que no cabe en los libros de historia, que raras veces logra mostrar el periodismo. Eso que dejan ver aquellas grandes fotos, o quizá, lo que se cuela en el cuadro al fondo, como un incidente inesperado. La Historia pareciera ser bastante radical con el tema, le interesa aquello que es para la Historia. El cuerpo también es radical, aquello que se siente también se guarda para sí, lo que explicaría el agotamiento de las palabras, el balbuceo en la conversación tratando de traducir esa sensación. Pienso en estos versos de Pasolini:

Quieres SABER. no hay pregunta sobre algo

para lo que no hay respuesta: que solo tiembla en el pecho.

La respuesta, si la hay, está en el puro

aire del atardecer, encendido sobre las tapias.

Y entonces, este amigo está frente a mí, contándome cómo se peleaba con su amada en mensajes de texto, mientras filmaba los testimonios del juicio; a su derecha, otra amiga pensaba en el inminente divorcio con su marido. Y luego, en primera fila, otra mujer que acompañaba a su esposo, junto a hijos y nietos que estarían teniendo su propia experiencia pensando que su abuelo está acusado de cometer genocidio contra el pueblo Ixil en Guatemala. Yo estoy sentado escuchando el relato, imaginando cómo se observa la historia detrás de una lente, me gusta pensar que leí una vez a Benjamin decir que todo tiembla frente a la cámara, pero nunca volví a encontrar la cita.



En 1994, Guatemala transformó el proceso penal del sistema inquisitivo, en el que la investigación estaba controlada por el juez y el juicio se desarrollaba por escrito, al acusatorio, en el que la investigación está a cargo de un fiscal que, efectivamente, acusa en un juicio oral. Foucault  en su conferencia La verdad y las formas jurídicas, sugiere que Edipo es el primer texto en el que el sistema inquisitivo se describe. El juez, Edipo, investiga, recopila las pruebas y sentencia –a sí mismo-. Este primer caso, que también es ¿la excepción? Juez y parte Edipo, y también esa es su tragedia.

¿Cómo pasa por un individuo un juicio, uno de carácter histórico?, ¿acaso ese juicio que mirábamos por internet, que escuchábamos por la radio no estaba sucediendo en una versión personal, íntima, en cada uno de nosotros?

Pasó con este proceso que a partir del día a día del juicio por genocidio, los observadores generábamos nuestras propias versiones del procedimiento. Las redes sociales se llenaban de elucubraciones que pretendían ser una declaración procedimental de justicia.  Un juego demasiado extraño en el que desde cada espacio íntimo se construía la interpretación de los hechos. Y por íntimo me refiero a todo lo que ya hemos bocetado antes, el retrato familiar, los silencios cómplices, las contradicciones y dudas que están ahí, aguardando un momento menos frágil quizá. Edipo traza su propia ruta de investigación, de búsqueda de la verdad para averiguar si el oráculo estaba en lo cierto respecto a la tragedia que representaba él mismo: asesinar a su padre, desposar a la madre y tener hijos con ella, siendo él mismo el origen de los males de Tebas, pueblo al que, paradójicamente, había liberado del secreto de la Esfinge. Bien, Edipo busca, investiga y encuentra. Sin embargo, la síntesis de esa búsqueda por la verdad la encarna Tiresias, el adivino ciego, y nos coloca a nosotros ahí, frente a la historia quizá, quizá frente a nuestra propia historia, se lamenta pues Tiresias: “¡Ay! ¡Ay! ¡Cuán atroz es saber, cuando no trae provecho ni siquiera al que sabe!”, y ese saber es, irremediablemente, sentir.