Un canto sobre la memoria y el mar. Sobre la melancolía del océano y el destino que nos trajo al continente. Un cuerpo de pie atraviesa una noche que es todas las noches y amanece en este libro como un recuento de la profunda relación entre el mar y la memoria.
Metáfora Editores, Quetzaltenango, 2018
ISBN: 978-9929-758-04-9
Páginas: 102
I
Empieza un poema
con el sonido de las olas en el mar.
El ir y venir del arrullo marino
que pensaría cualquiera son palabras:
una imagen,
las olas en la mar
moviendo suavemente a un barco,
como esperando que adentro todos duerman.
Así, el inicio de un poema,
el horizonte hasta donde termina la historia de la luz,
y las palabras que van y vienen
estrellándose contra los pies desnudos
de un cuerpo de pie frente a una historia.
II
El barco con el que empieza esta historia
es la sucesión natural de las palabras, lluvia,
tiempo acumulado en el relato
del inmenso cuerpo flotante
agitado por las olas.
¿Llega o se marcha?
El cuerpo erguido observa sus pies
golpeados suavemente por las palabras,
que van y vienen,
observa sus pies desnudos y piensa
en qué lado de la historia se encuentra,
esta playa es nuestro origen
o el corazón del naufragio.
El barco está ahí,
y el poema inicia con la imagen de las olas,
pero en el corazón de aquel cuerpo
cabe completo el mar.
III
El barco es fundamental en esta historia,
jamás ha visto el cuerpo de pie
un barco en medio de la montaña
o una nave empotrada en el corazón del desierto.
Jamás ha visto aquel cuerpo
un barco nacer de las entrañas heridas
de un árbol partido en dos por un rayo.
Ve a aquella bestia nocturna
varada en el inicio de un poema,
como la secuencia inicial de una película
que podría tratar sobre el sonido de la madera cuando se quiebra,
o bien, ser la canción perseverante
de un cuerpo en resistencia.
Esa canción tarareada en las entrañas del barco
es el origen del viento de los huracanes,
es el ancestro del cuerpo que observa sus pies desnudos
golpeados por las palabras que van y vienen,
no hay marcas de cadenas en sus tobillos,
hay nada más
la cicatriz inconfundible
del corazón partido por una raíz.
Marisma
La canción de las aguas salobres,
sin mar ni río.
Quedan cuerpos en medio de la historia,
sin mar ni río.
Quedan cuerpos vivos haciéndose los muertos,
sin mar ni río.
Quedan cuerpos muertos haciéndose las plantas,
sin mar ni río.
Peces y cabras abrevando, rostros que se reflejan,
sin cuerpo, sin mar, ni río.
Azul de mirar profundo, ojos blancos ahogados,
cangrejos que se lanzan sobre un cerro,
que se lanza sobre un río,
que se lanza sobre el mar,
y el agua que no es dulce ni es salada,
sin mar ni río.
Lección fundamental de las cosas vivas,
no hay hueso que no sea sal,
no hay sal que no sea mar,
ni lágrima de río.
Estuario
El caudal del Orinoco
remontando con su fuerza
kilómetros de mar,
hizo que Colón
pensara que estaba llegando al Paraíso.
El Paraíso que estaba protegido por sus ríos,
por la fuerza de cientos de miles de piedras,
de cientos de miles de árboles,
de cientos de miles de montañas
y sus pueblos,
sobre quienes la lluvia
hizo cause
y gesto erguido hacia el cielo.
La declaración perpetua de la vida
que baja por la ladera
hasta empujar las naves en el mar,
hizo que Colón pensara
que estaba llegando al Paraíso.
El río llega a la mar,
llega desnudo el río.