Central América 2013

Este libro nació como un viaje documental, un viaje de 12mil km por carreteras en Estados Unidos, una residencia artística en el norte de México, en Baja California, un intenso proceso de entrevistas a personas cercanas que migraron o se fueron al exilio, caminatas por el desierto, ceremonias, y algunas buenas horas de material que quedaron guardadas en unos miniDV. Este libro es el inicio de un canto que trata sobre la voz del desierto y la serpiente ritual de las palabras.

Autor Julio Serrano Echeverría
Encuadernación Rústica
Páginas 70
ISBN 978-99961-53-10-5
Dimensiones 13,5 cm x 21 cm

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«Julio Serrano ha creado con CentralAmérica una epopeya llena de dramatismo y crudeza, de una fuerza poética brutal que nos adentra en el desierto y nos hace respirar el polvo y sentir cómo el sol de la injusticia quema las esperanzas. Un pueblo que nace de la piedra, de la explosión mítica de volcanes y que siempre está en marcha. Poesía de frontera, mestizaje entre lenguajes visuales casi cinematográficos y el lirismo de la mejor tradición hispanoamericana». Daniel Rodríguez Moya

Magna Terra editores, 2013

Edición agotada.

IV

Abre la mano.
Una línea la atraviesa perpendicular por el centro.
Piensa en el cadáver seco de una serpiente
agrietándose en medio del desierto
abandonada ahí
muerta ahí
podrida ahí
en el centro de su mano
en el centro justo del desierto.
Vertiginosa parte las líneas para formar una cruz con las placas de la Tierra
seca y salada atraviesa las montañas como el fantasma de un viejo arriero que ya no habla
espectral parece la línea
un cadáver que se astilla transversal a los ríos de la mano.

Está la línea como una cicatriz en el destino
como un cuerpo dormido que se desentierra
como las máquinas que se abandonan en medio de los caminos
juguetes de la nada.
Línea cicatriz como un cactus de alambre en Ceuta o Nicosia
como alacranes eléctricos entre India y Paquistán
como costillas de un coyote de concreto cisjordano
ahí la línea desmemoriada
borrosa como se ven los abismos marinos desde el cielo
borrosa como la sombra de un saharaui caminando por un campo minado en Marruecos
como una polaroid que se cae de la bolsa de una pareja de surcoreanos
en el Puente de la libertad.

Cierra la mano y aprieta el puño.
Recuesta la cabeza.
Se pierde.
Se pierde y no va al horizonte
ni al ímpetu de las olas al atardecer
ni a la textura de la tierra
y sus pliegues de polvo enmudecido.
Se llena lentamente de arena
vacío anunciado
la noche oscura del plexo solar.
Se pierde en el vértigo
de asomar el cuerpo entero a la orilla.

No están abiertos sus ojos para dejar escapar el tiempo.
No va a ningún lado la vista perdida en cielos que ahora son ventana.
No se queda en silencio sosteniéndose el rostro
para ser descubierto sentado en silencio
sosteniéndose el peso inmenso
que no disimula en el rostro.
Se va la mirada
por la infinita vertical que comienza en la mano
y se abre como placa tectónica a la oscuridad.

El sonido de la arena
es el de un riachuelo sobre el que flotan
retratos amarillos
como hojas muertas.

No quedan ya luces de la ciudad.
Las piedras que caen en el desierto
suenan como puertas cerrándose a la espalda.

Trata de dormir.

V
Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex-patria
Roque Dalton

Hay una vereda que atraviesa la montaña
hay una vereda que atraviesa el mar
hay una vereda que atraviesa el cielo
alguien camina en la noche
atravesando la vereda.

El tiempo es un hilo que se desenreda
pensaban los abuelos sentados a la puerta de la casa.

Empezamos a caminar
por un lugar que se llama Cananea.

30 de Agosto de 2002

El miedo a que ella ya no regresara el miedo a que me llegaran a buscar a las preguntas al timbre del teléfono el miedo a dormir sola en esa casa o a que un día ninguna supiera nunca más de la otra.

Dos niños juegan con sus bicicletas dan vueltas en círculo enrollando un hilo como si hubieran sido adultos cuando empezaron
-¿Por qué tu mamá te dice así?
-De este lado tengo un nombre y de este otro.
Le respondió mientras le mostraba una delgada cicatriz que le partía el pecho
y sus pequeños dedos dibujaban algo parecido
a un puente
o a un barco
o a un bus en medio de la noche.
El otro niño vio fijamente la cicatriz con la curiosidad del que descubre las cosas serias
y siguieron jugando.

No recuerdo cuando iba saliendo porque era de noche pero al entrar lo primero que vi fueron árboles sin hojas (había nevado en el D.F.) y también el metro su color naranja intenso.
Muchos carros y una incertidumbre que me cuesta asociar aún con los paisajes.

Éramos ajenos.
21 de marzo de 1994

La pupila es una célula extraña
la pupila es un virus extraño
la pupila es una rúbrica del cielo
que se agita desesperándose.

La cabeza es un péndulo extraño
la cabeza es un pajarito a punto de salir del cascarón
la cabeza es un laberinto de angustia
un mazo de silencio.

Las manos son unas raíces extrañas
las manos son arañas al acecho
las manos son sudor y apretadas son puño
y el puño es del tamaño del corazón.

Ontario era una ciudad inmensamente fría y cara cuando llegamos al aeropuerto nos estaba esperando una limosina. El conductor era un tipo altísimo y que tenía la gracia de reírse igualito que el Pájaro Loco.

Ontario
Nueva York
Massachusetts

Llegamos al D.F. pocas semanas antes del terremoto. Allí permanecí 22 años.

Paseos de Churubusco
Colonia Apatlaco
Colonia Reforma Iztaccihuatl
Colonia Granjas Esmeralda
la Narvarte
la Jardín Balbuena
la Nativitas
Copilco-Universidad
Constitución de 1917
Barrio de San Miguel
Colonia Educación
la Nápoles
la Roma Norte
y finalmente a la Agrícola Oriental.

Me encontré con una casa (la de mis padres) mucho más pequeña de lo que recordaba; rostros (de mis amiguitos) que me costaba reconocer y (de adultos) que nunca reconocí.

30 de abril de 1982

Hay un camino que se recorre por dentro
hay una línea que nos parte por dentro
hay un muro
y otro muro
y alambres de púas que nos hinchan las manos por dentro.
Hay un desierto
y una selva
y un norte fluctuante por dentro.
Hay mar
mares que se secan
mares que retumban por dentro.
Hay una balsa que flota sin rumbo
unos zapatos que se revientan contra el fuego
sed y sol
sol infernal por dentro.
Hay un cansancio
y unos labios que se quiebran
y la mirada seca
seca y salada
por dentro
por fuera.

Esa noche sentada sobre la cama permanecí observando mis piernas no sé por cuánto tiempo intenté decirme algo y no pude.

Guatemala
San José
Managua
Tepexpan
Comitán
Playa Grande
Estado de México